Otros Escriben

Un Ángel volaba dormido

“Mi nombre es Juan Francisco Pulido Martínez. Soy un joven Cubano que llegó a este país hace un año y tres meses.  Publiqué un libro antes de salir, tres días antes de salir, libro que ganó el premio Vitral en 1999. Ahora estudio en la Universidad de St. Thomas, en St. Paul, Minnesota, la Carrera de estudios literarios”.

Así comenzó la última carta que escribió, dirigida a Belkis Cuza Malé. Si este joven escritor no se hubiera ida así, la lectura de estas líneas me habría llenado de alegría: un amigo estaba cumpliendo su sueño: dedicarse a la literature, reírse de Srtre con Dios o Dios con Sartre o reírse los tres de ellos mismos, libremente.  Hay sueños que obceden, esenciales; recuerdo una conversación entre Pulido, otro escritor cienfueguero y yo, en la terminal de omnibus de La Habana, y no parecía existir otra salida hacia aquellos sueños.  Me recordaba perfectamente en estos jóvenes; años atrás, no muchos, yo habría pensado lo mismo, lo mismo que piensan no pocos adolescenetes y jóvenes Cubanos, por uno u otro motive, por una u otra fatal circunstancia o experiencia personal.  Dios quiera que nunca dejemos de sentir aún levemente que otras puertas se abren; que prime al menos nuestros instinto de conservación.

En la carta, Pulido abrevia su sufrimiento: “No fue fácil. Tuve que crecer muy deprisa para poder entender todo lo que estaba viviendo.  Al final, no pude más y decidí abandonar.  Mi renuncia también se unió a la larga lista de derrotas  Llegué a estate país y me sentí triste. (Es triste ser gato y ser tuerto).  Pero poco a pocohe ido descrubiendo que el sol sale cada día, sin que a veces importe los 20 grados que he vivido.  Creo que su artículo está falto de esa Esperanza que debe animarnos.  Lo disfruté, y considéreme adorador de la obra de Padila -epd- y la suya propia. Pero también creo que debemos pensar en el futuro”.  Quizá tuvo que crecer demasiado aprisa (tenía 22 años, se sentía sin future en su país, emigró solo, es triste ser gato y tuerto). Y me pregunto por qué no se aferró a su sueño posible, a la escritura:

Y sigo escribiendo ante la muerte
Es mi escape ante la muerte
-ante el deseo monótono de escape-
Es la rabia de no hacer nada
Contra los que desaparecen colores y confunden matices.


Por qué dejó ahogar esa esperanza de un nuevo día, esa esperanza que -pide- ha de presidir.  Y pienso invevitablemente, ya que en la carta comenta acerca de su participación en casi todos los debates sobre Before Night Falls, en las experiencias sociales de Reinaldo Arenas.  Quizá Pulido también descubrió que, aunque no estaba obligado al aplauso, el Sistema te da indéntico golpe, solo que “uno puede gritar; yo vine aquí a gritar” -dice antes que anochezca, el guajiro Reinaldo.  Mientras que Francisco tiene, en medio de su noche oscura, una Certeza: “Sé que mis cuentos  y mis poemas sí sobrevivirán”.
Alguien podría comentar que no era -aunque pasión y talento le sobraban- un escritor conocido, que era uno más, que ni siquiera llegamos a consolidar una amistad (a sufrir juntos).  Nunca falta quien ignore que cada persona es única, valiosa, amada por sus padres (que siempre están ahí, con el corazón lacerado), necesitaba amigos.  Eso sin repetir el latinazgo de que nada humano nos es ajeno, si somos cabalmente humanos, y menos la muerte donde debería encontrarse la vida.  No es solo baldar una vida o el sufrimiento de una familia; ha sido muchas veces opción ciega y compartida, sangradura triste de nuestra nación.

Y no es asunto sencillo.  Los escritos del propio Pulido dan una clara idea de la complejidad y la posibilidad de tal decision para el Cubano.  El libro citado por Pulido, Mario in the Heaven’s Gate y otros cuentos suicidas, premiado por los escritores  y ensayistas Juan Ramón de la Portilla, Raúl Aguiar y Jorge Domingo, en la Segunda Edición del Concurso Literario de Vitral, y que tuve la dicha de editar y presentar, es un claro ejemplo -ya desde el propio título.  Recuerdo muchas de las dedicatorias que hizo (la de amigos, la mía propia), casi despedidas; era como encontrar de pronto un cielo purpurado y oscuro, en que uno no sabe si el alba será definitiva o si es la noche encimándose, también imbatible.

Pero ¡qué cansancio tan terrible se habrá engendrado en este muchacho, que su ansia de gritar, su esperanza, la vitalidad de sus sueños, no pudo dominarlo!

Tomado de la Revista Vitral, Un angel volaba dormido, Mayo-Junio, A. VIII, N, 43, 2001, pp. 66-67