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NOS VEMOS MOMO

Mi amigo un día me enseñó que la vida  era algo más que mis problemas, que mi tedio, que mi aburrimiento, que mi desesperanza…  que mi infelicidad.  Me dijo: “el Milagro no cae del Cielo, sube del corazón… ¡de nuestros corazones!  Ojalá no pierdas el hechizo de una noche estrellada por el enojo del insomnia tras un dia de papeles, pasillos y puertas”.  Hoy decidí hablar de mi amigo para no encontrar más poemas tirados a modo de basura.  Señores; el Milagro no cae del Cielo… (El título del poema fue tapado por un vil garabato crayolesco.  Llámenlo como gusten, no teman represalias.  Al fin y al cabo no iremos a la Guerra por palabras… ¡y pobre del que lo haga!)

Juan Francisco Pulido, Revista Renacer

Momo se fue. inesperadamente, decidió emprender uno de sus tantos caminos de sorpresa que fueron tan mal entendidos.  Ha dejado tras sí una estela de perfume, de misterio, de ansias.

Una vez más, la muerte nos ha sorprendido. Nosotros, los amigos, hemos sido los sorprendidos.  Primero fue Rogelito Leal el dia de Cristo Rey .  Ahora es Juan Francisco Pulido, Juanqui, el “Momo” de la revista Renacer, el Miércoles de Ceniza, como proponiéndonos el último capítulo de su personaje o el penúltimo de sí mismo. Y a mí se me acaban las palabras.  Ya no quiero decir más en estas despedidas; sino porque el silencio se impone para tomar un respiro.  El trasfondo de todo discurso que se respete es siempre el silencio.  Las oraciones más sugerentes de la historia fueron creadas a golpe de silencio con inmensos ladrillos de meditación… Momo precisó de largas cavilaciones y multiples sonrisas; hurgó entre calles desiertas y pobladas; y corrió a lo largo del mar para descubrir los secretos de las olas que nunca llegan a romperse.  Momo eligió por encima de todo, la Esperanza que significa ser diferente para terminar siendo igual a esos juguetes que perduran en las casas por varias generaciones y que no pierden su encanto.

Momo me ha planteado, de golpe, su último dilema.  Es la pregunta ancestral, la gran incognita del hombre; me ha sorprendido con la salud en declive, con un amor en ciernes y una decision esperándome. Ėl me ha soplado al oído la misma noche de su partida: “no permitas que nadie reniegue de la vida. No permitas que nadie esconda en el dolor sus frustraciones.  Yo viví preguntando, indagando, buscando. Que nadie muera la víspera, como dice el P. Vega”.  Y así fue.  Así me dijo siempre que nos encontramos aunque me lo dijera con bromas o con mutismo yo, padrino regañón, lo llamaba al orden de las inquietudes.  Pero me dejó la pregunta rondando; hace mucho tiempo que no cuestiono a la vida y, mucho menos, a Dios.  Pero siempre está aquel hálito de inconformidad que no es crítica ni gusanos en la caja negra, sino deseo, impulsos de trascendencia, anhelos de eternidad.  Ellos están ahí, rozando límites y nuestras situaciones limitadas.

Mis amigos “parten” y yo me niego a danzar en torno a la muerte, en torno a los criterios de muerte y a las especulaciones sin fin del “cómo”. Elisa, la mamá de Juanqui, nos repetía a los jóvenes con mucha frecuencia, la palabra “Misterio”, ante los desconocido “Misterio”, ante lo inexplicable: Misterio; ante las dudas más burdas : Misterio.  Solo ahora comprendo que ella siempre la decía con mayúsculas. Y nosotros no la comprendíamos por tener el entendimiento y la fe en minúsculos.

Momo diría que somos parásitos de la muerte; que la tememos porque vivimos muriendo y morimos sin haber vivido lo esencial.  Momo nos echa en cara ese cargo de conciencia que todos guardamos; ese resto acumulado que pesa y duele.  Somo parásitos de la muerte porque nos almentamos de ella, al no saber “vivirla”, la comenzamos a “necesitar” para vivir y a tenerla de referencia para todas nuestras tristezas y mezquindades.  Con ella justificamos todos nuestros errores.  “¿Para qué vivimos?, ¿por qué estamos aquí?, me preguntaba un amigo.  E inmediatamente miraba su propia vida y el tiempo perdido. ¿Perdido?…

Momo me dice, por fin, que somos parásitos de nuestras propias muertes diarias, de las pequeñas insatisfacciones cotidianas.  Es un mal ejercicio imponerse la aceptación tal y como se conoce.  La aceptación, me parece, incluye palabras bien definidas, claras y hasta separación.  Hay historias que tienen demasiados capítulos o muy pocos redundantes; las historias giran todas en torno a una danza preferida y a ella van a descargar sus desechos. El camino de la Libertad sigue siendo el de la soledad en el pensamientoy la emoción, el del disfrute de lo único en la danza únicade la Creación. No quiero, ahora, filosofar demasiado. O nada…

Momo se fue y el dolor y la tristeza de quienes lo quisieron no es explicable.  Yo, consagrado a las palabras, cada vez prefiero más el silencio y cada vez me maravillo más del gran Misterio que es Dios.  Después de dormir y soñar un poco, mis ángeles guardians me apremiarán de nuevo a escribir; lo sé.  Hay un nuevo ángel que los guía: es MOMO.

Texto escrito por:  Tony Pino V,  Revista PASOS, Boletín de Cienfuegos, 2001, Año IV, No. 23, Enero-Febrero