MOMO V
“Danny compró un helado. Hace un calor horrible. Corre a su casa. No quiere perderse los dibujos animados. Queda poco para llegar, unas cinco cuadras más o menos. El helado comienza a derretirse. Danny se apura un poco. Le falta el aire; no está acostumbrado a correr tan de prisa. Ya falta menos. El helado parece que también se apura por derretirse. Ya llegó. Jadeante busca un vaso y una cuchara. Hace un calor horrible. El helado está derretido por completo, en su mano, casi seco. Se entristece. Enciende el televisor. Acaban de empezar los muñequitos. Danny no puede concentrarse, piensa en su helado derretido, en las cuadras que corrió para ver su programa preferido tomando helado, en el sudor, en el calor, en el vaso vacío y en la cuchara limpia; en la voz interna: “Debiste apurarte un poco más, debiste correr más aprisa, debiste volar, sí, debiste volar…”.
Siente una música conocida. Se terminó el programa de televisión. Llegan unos niños, amigos: “¿Viste qué buenos estaban los ‘muñe’ hoy?”. Danny rompió a llorar desconsoladamente.
Un helado, una mezcla saboreada esperando derretirse o convertirse en alimento refrescante. Un programa de televisión, algo concreto a una hora determinada, algo que no se repite. El helado, justo un poco antes del programa. La elección, el terrible momento de las opciones… La queja vana pasada de tiempo o el arreglo inteligente en el momento adecuado. La suerte del que puede escoger…
“Eddy tiene sed. Una invitación fantástica a un parque de diversiones, espera impaciente. Agua, un poco de azúcar, un vaso transparente y una cuchara. El chinchínchinchín. Un delicioso vaso de aguaconazúcar al tiempo. Eddy tiene sed. Disfruta tranquilo su refresco. En él ha encontrado su parque de diversiones. Quizás otro día otra invitación llegue y no tenga sed. Quizás…: ahora disfruta, tranquilo su refresco. Contento, satisfecho…”.
Una sola opción. Tengo sed. En un parque de diversiones no se bebe. Mañana tal vez me inviten de nuevo. Hoy bebo tranquilo, despreocupado del mañana, o del ahorita.
Danny pudiera querer tomar helado. Danny pudiera querer haber visto un programa de televisión. Danny no supo aprovechar lo que tomó en cada momento. Perdió un helado y perdió un programa de T.V. predilecto. No tuvo la culpa el calor, ni los heladeros, ni los programadores de programas de televisión sino el vivir anhelando más allá del presente, la inconformidad con el pasado y el reproche continuo por lo incambiable. POR LO SOBRADAMENTE CONOCIDO COMO INCAMBIABLE (no se me malinterprete, por favor); traduciendo: por vivir en el futuro y en el pasado diluyendo el presente en el suspiro por lo que pudo ser pero no es. ¡Hey!, despierten; lo que pudo ser pero no es NUNCA HA SIDO y quizás sea pero NO ES, ahora, que es cuando estoy vivo. (Puedo morir en el próximo segundo).
Aceptar a las personas como son, aprovechar cada minuto de la vida, vivir cada día como si fuera el último, y otros consejos parecidos, acaso sobrecargados por lo mucho que se usan, valen la pena; y más si los tomamos como un helado, con la mente sólo y nada más que en el helado; no pensando en los trabajos de mañana o en la discusión de antes de ayer, en cada saboreo o en cada río minúsculo, derretido, que nos pueda correr por la mano. Si la preocupación (o la alegría, TAMBIÉN LA ALEGRíA) le quita un poco el gusto a nuestro helado, es mejor, entonces, disfrutar un buen aguaconazúcar desprovisto de todo sabor mental…
No es muy aconsejable ir a un parque de diversiones con sed… Palabra.
Juan F. Pulido
P.D. Si trata de cambiar a alguien, de hacerlo como a usted le gustaría que fuera, está perdiendo una oportunidad única de abrazar a alguien real, a alguien único. Y en el tiempo que pierde en sus clases por el cambio, se le está escapando también el tiempo de los abrazos. Un consejo, sólo un consejo…