Epistolario

MENSAJE IV

Enviado: Lunes, 9 de octubre de 2000 04:40 PM
A: Carlos Pulido


Recibí tu mensaje, tus dos mensajes, sólo que no tenía fuerza de escribirte. Ahora lo hago.
No, la muchacha no vive aquí, en Minnesota. Vive en
Boston y tiene 29 años. Un poco de mezcla del asilo de
ancianos y lejanía y quizás la esperanza de vivir juntos
algún día. Mary la conoce. Quizás nunca podamos vivir
juntos ni nada de eso pero es la idea de verla lo que me
mantiene esforzándome al máximo en todo lo que hago.
Compartimos la cama de vez en cuando pero todavía no
hemos tenido sexo. Es mucho más allá de templar o pasar
la noche. Yo lo he sentido y me alegro de que así sea. Ella
por supuesto, está muy confundida por todo lo que está
viviendo (recién se divorció de su esposo) y no creo, es
más, casi te aseguro, de que las probabilidades de casarme y tener hijos y todo eso que esperamos, son nulas.
Pero es muy, muy confortante saber que existe alguien
para mí, alguien que está allí y me ayuda y me quiere y
me hace esforzarme y me reta hasta el punto de sacar
todo mi intelecto y mis pasiones y mis ganas. Nunca había
experimentado eso con nadie y es por eso que ésta es la
persona correcta.
La escuela va bien. La gente se queda asombrada con
mis comentarios sobre filosofía, literatura, teología o arte.
Se asombran de que alguien pueda pensar tan profundamente sobre la vida y sus issues, y me respetan y me quieren.

Sobre la otra escuela, es difícil. Es siempre difícil lidiar
con los miles de problemas que estos chicos tienen. Hay
veces que tengo ganas de gritar: “Dame tu dolor, eres muy
joven para cargar con eso. Yo puedo sostenerlo por ti hasta que estés preparado, hasta que no te produzca ningún dolor, hasta que de verdad lo quieras para empezarlo a
amar como algo muy tuyo pero que no te caracteriza”. Y
un poco que su dolor es mi dolor que me siento muy pero
muy identificado con ellos y con todo lo que hacen. Son cosas que te marcan. Y es un ambiente del que no salgo mucho porque por el trabajo, tengo que escuchar la música que ellos escuchan, ir a sus fiestas y vivir un poco dentro de su mundo.
He cambiado mucho desde que nos vimos en Miami.
Y sé que esto, todo esto que estoy viviendo va a cambiar
mucho más lo que soy y lo que siento ser. El frío ya está
apretando pero en el fondo hasta me gusta. Es lindo ver
como todo cambia, la gente; como los árboles van dejando sus hojas en el suelo, ensuciando el suelo pero luego todo es recogido y sólo queda el frío y la esperanza de ver
las hojas verdes en la primavera de la vida.
Bueno, viejo, me apunto a tu abrazo y a tu beso. Ojalá pueda ser pronto.
Por ahora les escribo,
Un beso y un abrazo,

Juanqui