Epistolario

MENSAJE III

Enviado: Lunes, 25 de septiembre de 2000 09:37 AM
Asunto: Diácono Carlos Pulido, Caritas Cienfuegos

Hoy he tenido que escribir un ensayo para mi clase de
Inglés. Fue acerca de las memorias que todos tenemos
y que hacen que la vida sea pasado, presente y futuro.
Ojalá leyeran inglés para podérselo mandar.
Escribiendo el ensayo lloré mucho y me prometí a mí
mismo que luego de escrito el papel, les iba a escribir a ustedes. En primer lugar, porque necesito liberarme de muchas cosas que han pasado entre nosotros y en segundo
lugar, porque casi no me conocen y no han tenido acceso
a parte de mi vida porque sencillamente no los dejé entrar,
no los dejé llegar porque pensaba que estaban muy lejos
de entenderme y muy lejos de entablar el diálogo que iba
a ser positivo para ustedes y para mí.
El hecho que disparó todos los resortes fue, no sé si se
acuerdan, lo que pasó el día antes de los votos de Mary.
No sé si se acuerdan pero me fui con Jenny para Rancho
Luna por dos o tres días. Y ustedes fueron a buscarme
allá, cuando ya me había ido y luego en la casa tuvimos
una discusión muy fuerte.
Luego el hecho de mis amigos, los que nunca les gustaron pero que por otro lado, ellos se dejarían cortar los dedos por mí al igual que yo por ellos. Les estoy hablando
particularmente de ellos: Marcial, Alain y Arturo. Ellos son
mis hermanos porque hemos vivido cosas que nos han acercado mucho, muchísimo. Ellos han sido partícipes de esa parte de mi vida que ustedes nunca conocieron pero
quizás imaginaron.
Hubo veces que quise hablar tanto con ustedes, decirles tantas cosas que me pasaban, tantas cosas en las que estaba envuelto pero siempre tuve un miedo del carajo a que no me ayudaran, a que me pelearan o que no me oyeran. Sí, mami, sí he tenido relaciones sexuales. Y no sólo con Jenny. Ha habido muchas más personas con
las cuales he tenido este tipo de relaciones. Pero considerando el valor que esto siempre tuvo para ti, nunca te dije nada por el miedo a tu reprobación. No obstante creo que
papi siempre lo supo, siempre tuvo conocimiento de esto y de otras muchas cosas. Pero él tampoco me dijo nada nunca. Siempre tan callado, tan sentado en su sillón después de los almuerzos y tan fiel a su vocación de diácono y servidor que quizás tuvo miedo a estropear la imagen que tenía de mí.
En Miami quise hablar tantas veces con él, quise decirle todo lo que estaba sintiendo, todo lo que había pasado, todo lo que estaba pasando. Pero no pude, una vez
más no pude. Sin embargo, ahora siento que este es el momento de
decírselo todo, de contarles algo de la vida que he llevado.
Y lo hago porque me doy cuenta del poco tiempo que voy
a poder disfrutar de ustedes con completa apertura, con
todo conocimiento de causa y lo estoy haciendo por la
más sencilla de las razones: los quiero mucho.
Siempre he sido la oveja negra de la familia. Siempre
he sido el que rompe los moldes y los arquetipos. Me tocó
serlo. Y es bueno que en nuestra familia haya alguien así.
Quizás no me guste mucho la idea de ser yo, pero lo soy
y debo aceptarlo. Estoy en una etapa de mi vida donde lo tengo todo.
Tengo conocimiento de mi talento como escritor, estoy estudiando en una de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos y si Dios quiere, saldré con un título y conocimientos que me servirán mucho para hacer lo que
yo quiero hacer, estoy trabajando en algo que me gusta,
tengo amigos y una amiga (que creo será mi esposa, pero
por ahora es mi amiga porque hemos decidido esperar a
que acabemos los estudios para formalizar la relación) de
la cual les hablaré más adelante, en otro mensaje, pero
esto es nada si no tengo ese diálogo sincero con ustedes
que nos permite ver cómo somos en realidad y después
de todo aceptarnos y querernos verdaderamente, sin nada
oculto.
No sé si te acuerdas, mami, pero yo tenía cinco o seis
años y lo recuerdo como si fuera hoy. Estabas discutiendo
el hecho de tu promoción negada en educación y yo te fui
a buscar porque me sentía solo en la casa. Y me acuerdo
cómo tu corazón latía mientras hablabas porque yo estaba recostado a tu pecho. Y después no me quisiste decir nada sobre eso. Realmente nunca hablamos de nada importante en nuestro tiempo. Y cuando hablamos de algo fue levantándonos la voz al final, tú llorando o yo escapando de la casa. Mi corazón también latió así muchas veces.
Y nunca dije nada sobre eso, a pesar de que ustedes me
acompañaron a través de muchos difíciles momentos sin
ustedes saberlo. O en algunos momentos sabiéndolo.
Bueno, creo que es suficiente por hoy. Lo que quiero
decir es perdón por cualquier cosa que yo haya hecho y
a ustedes no les gustó. Yo también les perdono cualquier
exceso de cariño o de cuidado que me hizo romper más
nuestra relación. De cualquier manera éste es el Juanqui
que soy, fruto de ustedes y fruto de muchas otras cosas.
Los quiero,
Juanqui