Pinar del Río, 1ero de Marzo 2001
Queridos Elisa y Pulido,
“El dolor convoca al amor”. Esta frase del Santo Padre en el Rincón siempre me ha ayudado a ponerme en pie después de un gran golpe.
Ya se que el de ustedes, que es también mío, es supremo e inolvidable.
Quisiera en este momento estar más cerca que nunca de ustedes dos y de sus dos hijos. Los pienso desde la fe y veo en ustedes a Abraham camino del monte, a Jeremías increpando a Dios, a Job, aceptando sin comprender. Veo en ustedes a dos personas con la misma fe biblica y la misma incertidumbre de los por qué hermanos. Así es la historia de la salvación.
Dios prueba más a los que más quiere y quiere más a los que más ha tenido que perdonar, pero no comprendamos. De lo que sí estoy seguro es de que ustedes pueden sentirse orgulloso de su hijo. Digo así, porque lo conocí y veía en su transparencia la huella de todo lo que ustedes sembraron en su corazón. Lo nuestro es sembrar. Sólo el Señor sabe lo que se cosecha.
Recuerdo su experiencia de Dios reflejada en la página 25 de su único libro publicado por Vitral. Nos sentimos muy comprometidos con “su historia” y nos alegramos de haberle dado esa gran alegría de ver un libro suyo publicado. Aquella fue una noche de gracia para mi, para nosotros, creo también para ustedes. Recuerdenlo así. Me dijo y escribió en su dedicatoria, que guardo como un don de Dios que había sido feliz aquella noche.
Tengo la serena certeza en la fe de que estas palabras de la página 25 se han hecho ya realidad en Juan Francisco: “Ahora, princesa, seguro que Dios nos salva. Estamos aquí, y eso le debe bastar. Y eso me basta, dijo Dios. Y luego lo invitó a vagar por lo Eterno, sin rumbo, sin prisa.. La muerte estaba llorando. Dios entonces rio. Y la risa le bastaba”.
Sí, a Dios le basta que estemos frente a El para salvarnos y reir. No nos exige “como” nos hemos presentado, sino que acudimos a Él. No nos revisa el equipaje, solo que hemos llegado a El. No nos pregunta la “puerta” por la que hemos llegado a El, le basta que estemos allí. Bastaría sólo este testimonio de fe y de esperanza de Juanqui para que Dios le ria eternamente. Pero el fue más que este testimonio, fue más y quiso más, a su forma pero cantando con Dios. Eso creo y por eso no solo he rezado por él y por ustedes sino que le he rezado a él por ustedes y por nosotros.
Sólo deseo ahora decirles que en Pinar, más viejo, más imperfecto y menos carismáticos, tienen Pulido y Elisa a un hijo que los besa con el corazón,
Dagoberto
(Era el director de la Revista Vitral cuando Juanqui ganó el premio Vitral en narrativa).