Enviado: Jueves, 14 de diciembre de 2000 04:20 PM
A: Carlos Pulido
Me acabo de enterar de la muerte de Rogelito y estoy en shock. Me ha llegado y estuve un poco pensando en su vida, en lo que fue y significó para todos los que lo rodeábamos. No es fácil dormir solo todos los días, y él lo hizo la mayoría de los suyos. Caminaba solo y su único contento era el ballet. Encontraba en él todo lo que no podía o quería encontrar en los demás, la belleza que trasciende y se queda, en ese eterno juego que para nosotros, mortales con aspiraciones de infinitud deja la huella del silencio y
la diferencia. La belleza, la batalla entre la paz y la guerra
interior porque a veces la sentimos inalcanzable. Lo impoluto de los movimientos que a la larga parecen repetitivos y hasta pueden aburrir versus la mierda cotidiana. Sé que
descansa en paz y que ahora está en un lugar mejor. Dale mi pésame a Lola.
Y por alguna casualidad, ¿ustedes se han dignado a no escribirme más? ¿Qué esta pasando? ¿Está todo bien por casa? ¿Cómo va mami y abuela y todo el mundo?
Coño, viejo, qué de verdad estoy preocupado.
Bueno, unas letras para decirles que sigo aquí, con frío pero aquí al fin y al cabo.
Un abrazo,
Juanqui
Rogelio y Juanqui en una obra de Navidad en la Catedral de Cienfuegos. Rogelito era un intelectual que vivia con su mama. Vecinos de la familia con quien Juanqui compartio su pasion por la lectura, el arte, el ballet. Era alguien muy sensible, culto, y cercano.